El panóptico educativo: cuerpos dóciles, vidas descartables

MENTEFUCK

Iván Garavito

6/18/20252 min read

Más allá del horror inmediato de si un menos de edad apuña un arma para asesinar o no, esto nos obliga a preguntarnos: ¿qué está fallando? ¿Cómo llega un menor a ver en un arma una oportunidad? La respuesta no se encuentra solo en las condiciones económicas o en la descomposición social, sino también en una estructura educativa que no forma ciudadanos críticos, sino sujetos obedientes y descartables.

Michel Foucault, en “Vigilar y castigar”, analizó cómo las instituciones modernas (entre ellas, la escuela) funcionan como espacios de control. Según él, la educación no solo transmite conocimientos, sino que disciplina. Forma “cuerpos dóciles” a través de la vigilancia, la jerarquía y la obediencia. En Colombia, este modelo sigue vigente: el docente dicta, el estudiante escucha; la evaluación clasifica, no acompaña; y el fracaso escolar se convierte en una condena silenciosa al margen social.

En este esquema, quien no se ajusta es excluido. Y esa exclusión no siempre es evidente: puede presentarse como desinterés institucional, como ausencia de oportunidades reales o como una desconexión total entre la escuela y el entorno del estudiante. Muchos jóvenes, especialmente en zonas vulnerables, no encuentran en la educación una herramienta de transformación, sino un muro de acceso restringido. Y cuando la escuela falla, otros actores ocupan ese vacío.

De la disciplina al abandono

Foucault también habló del biopoder: el control sobre la vida y la muerte, ejercido por el Estado a través de políticas que determinan quién merece cuidado y quién no. En muchas regiones de Colombia, el biopoder no protege: margina. La escuela pública (desfinanciada, desconectada y sobrecargada) no puede actuar sola. Así, un niño que debería estar leyendo o aprendiendo a pensar, termina reclutado por estructuras criminales. Porque para ellos, a diferencia del Estado, ese niño sí es útil.

El caso del joven atacante no es una excepción, sino parte de una cadena estructural. La educación que vigila, pero no cuida. Que exige resultados, pero no acompaña procesos. Que estandariza, pero no incluye. Así, la disciplina del aula se transforma, eventualmente, en violencia en la calle.

Una educación que prevenga, no que castigue

El atentado contra Miguel Uribe Turbay no es solo un ataque político. Es el reflejo de un país donde la infancia sigue siendo desechable, y donde la escuela aún no logra protegerla. Mientras el aula siga funcionando como un panóptico más (donde se vigila, se clasifica y se margina) seguiremos viendo a niños armados en lugar de estudiantes empoderados.

Cambiar este panorama no es una tarea menor. Pero es urgente. Porque un país que no educa para la vida, termina educando para la muerte